Pocho canta “El hijo de Cuca” y las bailantas se estremecen. Pocho mezcla la música tropical con un jopo a lo Elvis Presley y la hinchada delira. Pocho es detenido con 10 “ravioles” de cocaína en su poder y la prensa se hace un festín. Pocho se abraza al cristianismo y se une con “La Griega” Viviana Basilia en una ceremonia bendecida por el pastor Giménez. Pocho es tentado por Domingo Cavallo para que sea candidato a concejal. Pocho hace pie en plena crisis de 2001 con un título impresionante: “Se fue De la Rúa pero vos me afilás la ganzúa”. Pocho se saca una foto en tanga y, horror, se viraliza en las redes sociales. Pocho torea: “no sabe con quién se metió el cáncer, pobrecito”. Pocho, finalmente, muere a los 65 años después haber protagonizado una vida novelesca, filmada a toda velocidad.
Hubo un último contacto, vía Twitter, el 21 de octubre pasado. “Recuerden esto: ustedes me dieron todo, gracias por el aguante”, escribió. El desenlace estaba cantado. En 2015 le habían diagnosticado cáncer de riñón, tras someterse a un examen de rutina a causa de una molestia en la zona lumbar. “En la quimio me mando un sanguche de milanesa con una bebida, no sufro para nada. Yo soy creyente, si Cristo está conmigo, ¿quién contra mí? Ya con eso tu autoestima empieza a laburar a favor”, había expresado en abril, derrochando optimismo.
Ernesto Gauna mutó en Pocho La Pantera debido a una metamorfosis asumida por conveniencia económica. Era hijo de una bailarina folklórica, actriz y locutora de Radio Nacional, y de un profesor de historia y reconocido guitarrero. Por la casa pasaban Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros, Eduardo Falú y Los Fronterizos, pero el enamoramiento de Pocho era con otros géneros. Hasta que de un viaje con Rubén Juárez surgió el giro a la música tropical, en la que desembarcó con ropa de cuero, patillas a lo Sandro/Elvis y pose de rockstar. Era bizarro, pero gustó, y mucho más cuando los hits repiquetearon durante un período dorado (1984-1996). Pocho, de repente, se convirtió en una estrella capaz de trascender el mundo de las bailantas.
Parecía que el alcohol y la cocaína lo deglutían sin remedio, pero Pocho dio un volantazo y empezó a hablar de Dios. “Cargo con un pasado en donde hubo mucha carne y poco espíritu -decía Pocho en 1999-. Un día, un amigo me trajo un papelito, de esos que reparten en la calle, en donde estaba la dirección de un templo. Lo guardé doblándolo como si fuera un sobre con droga. Ese día tenía droga y consumí dos o tres papelitos de cocaína; pensé que me quedaba uno más, y cuando lo abrí no había droga, era el papelito que me hizo encontrar el mayor placer que me sigue acompañando. Decía: ‘soy tu amigo, te estoy esperando, te amo. Firmado: Jesús de Nazareth’”.
Así que Pocho se abrazó a la religión y de paso incursionó en la balada cristiana, una etapa breve pero muy publicitada. Eso no lo privó, tiempo después, de volver a las andadas con creaciones del tipo “A mi manguera... Gracias por el aguante”. Porque de uno u otro modo, a caballo o lejos de las polémicas, Pocho siguió haciendo lo suyo y dejó como despedida el simple “El paso de la fiesta”. Además, enamorado de las cámaras y de la figuración que regalan, se animó a actuar en cine y en TV. La Asociación Argentina de Actores expresó sus condolencias, destacó que Pocho estaba afiliado al gremio y remarcó su popularidad. No es cuento: cuando los contratos con las discográficas se congelaban, Pocho paraba la olla animando eventos.
No le faltan páginas negras a la biografía de Pocho. Lejos de ser un ángel, alternó esplendores y flaquezas, como si a esa montaña rusa que suele ser la vida de una figura popular la hubiera alimentado con nafta súper. No fuera cosa de que se frenara en algún descuido.
PUNTO DE VISTA
Se fue un soñador
RUBÉN CAMPERO / REPRESENTANTE DE MÚSICOS
¿La verdad? Es una jornada triste para toda la música popular. Pocho era una persona extraordinaria, muy amigable, que siempre estaba de buen humor. El éxito no lo había mareado porque seguía siendo sencillo y estaba siempre dispuesto a charlar con la gente que se arrimaba a pedirle un autógrafo o a sacarse una foto.
A Tucumán vino en varias oportunidades y siempre lo hizo contratado por mí. Antes de que saliera el éxito “El hijo de Cuca” y cuando tenía como productor a Noel Castillo lo traje a la provincia. Su explosión fue de la mano del empresario Maccaferri, en la década del 90.
Eso sí: Pocho hizo furor en Buenos Aires. Era un número muy solicitado, mucho más que en el interior. En Tucumán había gente que lo seguía, pero no tanto como en Capital Federal.
Hace mucho tiempo que no tenía contacto con él. Sabía que se había rehabilitado muy bien de su adicción y que estaba enfermo. Pero creía que se iba a recuperar. Es una lástima. Pocho fue un loco lindo, un bohemio, un soñador.
EL PERSONAJE